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El Dolor de la Cruz.

  • Foto del escritor: Gracia Sobre Gracia
    Gracia Sobre Gracia
  • 18 dic 2019
  • 4 Min. de lectura

El tema de la crucifixión no es algo desconocido para el mundo, es un suceso conocido inclusive por muchos no creyentes, y al pensar en esto solemos imaginar sangre, heridas, clavos, látigos. Y definitivamente es impresionante pensar en esto.

Pero últimamente leí Mateo 27, que narra este acontecimiento (recomiendo leerlo antes de continuar con la lectura de esta reflexión) y hubo algo que llamó mi atención: En todo momento Jesús permaneció tranquilo, callado la mayor parte del tiempo. Tanto en este capítulo de Mateo como en los otros evangelios podemos observar de parte de Jesús una actitud serena, calmada y callada mientras era azotado, mientras le colocaban la corona de espinas y esta penetraba su piel, mientras clavaban sus manos y pies en un madero, mientras le escupían e insultaban.

Pero entonces, en el versículo 46, podemos ver un repentino cambio en esta actitud tan serena de parte de Jesús.

"Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani?. Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" -Mateo 27:46

Me quiero enfocar en la expresión "clamó a gran voz", la NVI usa las palabras "gritó con fuerza".

Creo que para entender esto es necesario explicar por qué Jesús exclamó que Dios lo había desamparado: Como expliqué en el post anterior, la santidad de Dios es completamente incompatible con el pecado, el pecado crea una barrera que impide una comunión con Dios. Recordemos que Jesús nunca pecó, Jesús siempre tuvo esta comunión con Dios Padre, no hacía las cosas por su propia cuenta sino conforme al Padre. Podemos observar esta comunión tan cercana y perfecta muchas veces en los evangelios. Por ejemplo:

"Por eso Jesús añadió: -Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, sabrán ustedes que yo soy, y que no hago nada por mi propia cuenta, sino que hablo conforme a lo que el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo, porque siempre hago lo que le agrada." -Juan 8:28-29 (NVI)

Pero al morir por nosotros Jesús cargó sobre sí mismo con nuestro pecado, pecado que es incompatible con la santidad de Dios, pecado que rompe esta comunión. En este momento,

cuando el Padre mira a Jesús no ve su vida perfecta, ve nuestro pecado, ve tu pecado. Jesús tiene esta reacción porque lo único que Él valoraba se había roto (su comunión con el Padre) y humanamente no podemos entender la magnitud de esto. Por primera y única vez el Padre y el Hijo están separados, se rompe la comunión dentro de la misma Trinidad. Y es hasta este momento que Jesús "grita con fuerza".

Estoy segura de que podemos extraer muchísimas enseñanzas y reflexiones de esto, pero abarcaré 2:

1. El verdadero peso del pecado

Todos hemos pecado, pecamos y pecaremos, y sabemos que por gracia a través del sacrificio de Jesús tenemos a nuestro alcance total el perdón por nuestros pecados. Pero quizás el que sea tan sencillo nos puede hacer perder de vista la verdadera magnitud de nuestro pecado. Perdemos de vista que lo único que fue suficiente para causar que Jesús cambie su actitud de calma y grite con fuerza no fueron los azotes abriendo su carne, no fueron las espinas penetrando su piel, no fueron los clavos siendo insertados por completo en sus manos y pies, no fue ninguna de todas esas cosas que de solo pensarlo nos enchinan la piel y tanto nos impresionan, fue TU PECADO, fue esa mentira que dijiste, fue ese pensamiento que permitiste, fue esa vez que desobedeciste. El hecho de que, por gracia de Dios, ahora sea tan sencillo alcanzar perdón por estos pecados NO SIGNIFICA QUE ESTOS PECADOS SEAN PEQUEÑOS. Estos pecados son más grandes de lo que podemos siquiera imaginar, y no podemos permitirnos olvidar esto.

Esto nos lleva al segundo punto que quiero resaltar.

2. La grandeza del amor de Dios y del sacrificio de Jesús

Espero que después de esto estés un poco más cerca de entender lo que significó que Jesús cargue con tu pecado, el dolor que esto le ocasionó. Si pensar solamente en el dolor físico es completamente impresionante, sumemos a esto el dolor, mucho más grande, de perder la comunión con el Padre. Como dije antes, no podemos siquiera imaginar el dolor de la crucifixión. Pero ¿sabes qué? Jesús lo hizo, y lo hizo solamente por amor a ti, un amor que definitivamente no merecemos sin el cual estaríamos completamente perdidos.

No quiero que esto te lleve a tristeza, sino a adoración. Jesús hizo todo esto por nosotros siendo nosotros transgresores, nos salvó cuando éramos totalmente incapaces de salvarnos a nosotros mismos, y esta salvación tuvo un precio más alto que lo que las palabras pueden expresar, venció a la muerte y está hoy sentado a la diestra del Padre. ¿Qué podemos hacer más que adorarle? ¿Qué podemos hacer más que vivir para Él?

"Así que nosotros, que estamos recibiendo un reino inconmovible, seamos agradecidos. Inspirados por esta gratitud, adoremos a Dios como a Él le agrada, con temor reverente" -Hebreos 12:28





 
 
 

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